Primavera de palmas y olivos en flor. No ha tocado la antigua trompeta, mas todo esta dispuesto para vivir la Pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor. La locura del amor. “Jesús a su entrada en Jerusalén”; tierna imagen, pero ¿sobre una pollina el Rey de reyes? Así es nuestro Dios. ¡Hosana! Bendito el que bendice a los pequeños, porque… ¡si no os hacéis como ellos no entraréis en el Cielo!
JUEVES SANTO
De azahares y de encuentros de Eucaristía y amor. Sube a La Paja un Cristo amarrado que clava los ojos en el cielo mondeño. ¿Cuándo aprenderé de Ti? ¡Arriba! Buscad el Reino de Dios y su justicia… ¡Mi reino no es de este mundo!
En la noche, silencio y saetas romanceadas, horquillas y oración. “Ya la Vía Sacra empieza…”. Con el Cristo. Irreemplazable talla de Pedro Pérez Hidalgo, autor del malagueño Nazareno del Perdón, de tronos de la Paloma, de la Sentencia, del Santo Traslado y tantos otros. Quiso sacar a la madera la desnudez del hombre que sufre y muere injustamente, la divinidad de un Dios que aun ahí perdona… “porque no saben lo que hacen”.
Subimos al Calvario. Llagas sin más sangre…, en ellas insertos, en su muerte los nuestros, para resucitar con Él. Pero ahora, bajo el incomprensible eclipse, se encontrará con su Madre. “Ahí tienes a tus hijos; hijos, ahí tenéis a vuestra Madre”.
Arriba, en el Monumento nos espera. ¿Velaréis siquiera una hora conmigo?
VIERNES SANTO PERO DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Mañana de violetas y de golondrinas que quieren quitar las espinas de Jesús Nazareno; profunda, antigua devoción, Te necesitamos, no pases sin mirar la gran fila de tus penitentes. ¡Que bellísimo rostro te esculpió José Navas Parejo! Quien talló también a Jesús el Rico, “El Chiquito” y la Virgen de la Cabeza… pero… a esta talla mondeña el autor no quiere que le roce el sufrimiento y… ¡cómo abraza la cruz! Sólo le falta andar… pero para eso tiene a sus Horquilleros, que desde aquellos carboneros de fe no han dejado la horquilla de sus padres. ¡No dejes de mirarles!
Detrás, esa cara de nácar orlada de terciopelo de la Virgen de los Dolores, también de Navas. ¡Y qué ojos de misericordia! ¡Y qué manos más solícitas! Por la tarde te acompañaremos junto a tu Hijo muerte, entre las flores y la marcha fúnebre de Gibraljaire.
Y en la noche, cuando parezca que ya nada es posible, será posible la luz de la cera, y los saeteros y el amor entre las sombras de las mantillas negras.
Porque siempre esperaremos contigo, Mater Dolorosa, la mañana de Resurrección, que Monda adivina gozosa. ¡Porque en Cristo, tu hijo, la muerte está vencida!