La leyenda que de padres a hijos se ha venido transmitiendo desde la antigüedad sobre la aparición de la Virgen de la Fuensanta (Coín), esta basada en al que relata, como verídica, el licenciado Gallardo.
Cuenta esta noticia sobre su aparición que fue “poco después que estos lugares fueron restaurados de la cautividad de los moros”. Un día del mes de agosto en que un pastorcillo morisco de Monda se hallaba apacentando su rebaño de cabras, tuvo que refugiarse de una gran tormenta en una cueva de Pereila, descubriendo cuando amainó el temporal una imagen que creyó ser una muñeca, juguete de niñas. Al marcharse la metió en el zurrón y al llegar a la casa contó lo sucedido a su hija pequeña, quien al mirar no la halló, creyendo su padre haberla dejado olvidada. Volvió a los pocos días el pastor a la cueva y allí estaba en el mismo lugar de donde la cogiera días antes. Hizo lo mismo y de nuevo se la llevó ya al llegar a su casa lo mismo ocurrió, encontrándola de nuevo el moro en la cueva de donde la saco. Otra vez se la llevó y otra vez la imagen volvió al mismo lugar. Conocido el extraño suceso por los vecinos, marcharon todos a la cueva y allí la vieron. Uno de ellos la reconoció como imagen igual que otras que había “adonde dicen Misa”. No osaron tocarla y volvieron a sus casas.
El suceso llegó a oídos del cura de Monda, quien informado por el morisco marchó con mucha gente a la cueva, confirmando la certeza de lo dicho, “y viendo la Soberana Imagen, lleno de gozo, y todos los demás, la adoraron con toda reverencia y admiración, derramando lágrimas de alegría de haber halládola”.
Dieron luego aviso al vicario de Coín, por haber sido en su jurisdicción donde se halló, y este, acompañado de mucha gente, verificó la aparición en la cueva de la fuente, que fue limpiada de yerbas y matojos para mejor entrar. “Aseada lo mejor que el sitio y el tiempo dio lugar, se empezó a frecuentar de los fieles”. El hallazgo se extendió por toda la comarca y se labró en la piedra un altar, donde se empezaron a celebrar misas y comenzaron los que la visitaban “a experimentar beneficios de esta Soberana Señora”. Es este el origen de la ermita que posee el pueblo de Coín para su culto.
Así estuvo varios años, hasta que los eclesiásticos de la villa, con el fin de tener tan preciosa joya con más decencia, la trasladaron en solemne procesión a la iglesia parroquial, que en aquellos tiempos era la iglesia de Santa María de la Encarnación. Sin embargo, al día siguiente por la mañana, al abrir las puertas de la iglesia, la Virgen no se encontraba en su altar. La tristeza y confusión que siguió al hecho solo pudo ser recompensada con la alegría de hallarla de nuevo en su cueva.
"Cronicas de Coín"
José Manuel García Agüera
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