A ambos lados de la capilla de Nuestro Padre Jesús colgaban antiguamente unas lámparas de aceite que, según contaban los viejos, tenían la siguiente historia:
Una mañana de invierno, probablemente del siglo XIX, cuando las camareras de Jesús estaban arreglando su altar, cambiando las flores y cuidando la imagen, observaron extrañadas que la orla de la parte inferior de la túnica estaba humedecida y con restos de arena. La limpiaron y se fueron a sus casas comentando la rareza del caso.
Meses más tarde, ya en verano, apareció en el pueblo un forastero preguntando por alguien que se hiciera cargo de las lámparas que traían como regalo para Jesús, alegando que venía de muy lejos y no conocía nada de Monda.
Cuando se le preguntó por qué hacía aquello, contó que él era capitán de un barco mercante y que meses antes se encontraba navegando en un mar muy remoto envuelto en una gran tempestad que amenazaba con arrojar el navío contra la costa. Dando ya por perdidas las vidas de los tripulantes y la suya propia, en ese instante que le parecía el último y no sabiendo a quien encomendarse, porque reconocía haber vivido sin apenas contacto con la religión, recordó que un mondeño, antiguo marinero suyo le había hablado tiempo atrás de su devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno de Monda y en él puso su última esperanza. Salvaron las vidas y el barco continuó la ruta que tenía prevista hasta que finalmente tocó puerto en España y, preguntando, viajó hasta Monda para ofrecer aquellas lámparas en prueba de gratitud.
El viajero y las personas que le atendieron quedaron asombrados cuando las camareras de Jesús comprobaron que la fecha de la tempestad que el marinero refería coincidía con la del día en que ellas encontraron la túnica húmeda y con arena.
Si la túnica de Jesús hablara...
Una mañana de invierno, probablemente del siglo XIX, cuando las camareras de Jesús estaban arreglando su altar, cambiando las flores y cuidando la imagen, observaron extrañadas que la orla de la parte inferior de la túnica estaba humedecida y con restos de arena. La limpiaron y se fueron a sus casas comentando la rareza del caso.
Meses más tarde, ya en verano, apareció en el pueblo un forastero preguntando por alguien que se hiciera cargo de las lámparas que traían como regalo para Jesús, alegando que venía de muy lejos y no conocía nada de Monda.
Cuando se le preguntó por qué hacía aquello, contó que él era capitán de un barco mercante y que meses antes se encontraba navegando en un mar muy remoto envuelto en una gran tempestad que amenazaba con arrojar el navío contra la costa. Dando ya por perdidas las vidas de los tripulantes y la suya propia, en ese instante que le parecía el último y no sabiendo a quien encomendarse, porque reconocía haber vivido sin apenas contacto con la religión, recordó que un mondeño, antiguo marinero suyo le había hablado tiempo atrás de su devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno de Monda y en él puso su última esperanza. Salvaron las vidas y el barco continuó la ruta que tenía prevista hasta que finalmente tocó puerto en España y, preguntando, viajó hasta Monda para ofrecer aquellas lámparas en prueba de gratitud.
El viajero y las personas que le atendieron quedaron asombrados cuando las camareras de Jesús comprobaron que la fecha de la tempestad que el marinero refería coincidía con la del día en que ellas encontraron la túnica húmeda y con arena.
Si la túnica de Jesús hablara...
By.- Hermandad S. y P de M (2008).
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